
En general estos cambios son
reacción de la vida que se ha llevado independientemente como haya sido,
teniendo presente que es un cambio al cual todos vamos a llegar algún día, por
lo que hay que trabajar para ese momento, preparándonos y llevando una vida
(sana) teniendo buenas relaciones interpersonales tanto en el ámbito familiar, social
y laboral; ya que cuando se llega a esta etapa muchos de los adultos mayores
sienten depresión por las cosas que se han dejado y la manera como son
tratados.
El adulto mayor tiene que enfrentar el no volver al trabajo y perder la
vida social que tenía, entendiendo que debe centrarse mejor en ganar espacio en
su familia para que así se sienta que pertenece a algo; así mismo debe entender
que los años pasan y que hay que cuidarse para ese momento tratando de obtener
un mejor estado físico para adaptarse a los cambios ya que la memoria puede
llegar a declinar pero esto puede ser compensado con la calidad de sus
pensamientos ya que estos están cargados de una sabiduría heredada de las
vivencias.
No obstante, al observar la cotidianidad la mayoría de adultos se
sienten desplazados por sus familias, ya que en la sociedad por decirlo así “
desecha todo aquello que no es eficiente”; fácilmente se puede observar en la
vida profesional, donde se obtienen trabajos pero hasta cierta edad, los
familiares los dejan abandonados por que en algunos casos creen que ellos son
cargas, sin pensar que estas personas en su gran mayoría son nuestros padres,
los que nos dieron la vida y los que sin importarles nos atendían a nosotros
cuando estábamos más jóvenes y que deberíamos agradecerles estos con un trato
digno. Es así como al adulto mayor hay que tratarlo con respeto, con tolerancia,
con amor, hay que hacerlos sentir que aunque su aspecto y sus sentidos han
desmejorado esto es un cambio inevitable que hay que aprender a asumirlo,
viéndole el lado bueno a todo esto, porque ellos son personas que podemos ver como un ejemplo a seguir.
Igualmente, hay que tener en cuenta la autoestima de los adultos
mayores, ya que la manera como ellos se perciben depende de cómo se sientan, inútiles y sin ganas de superarse, sufren depresión
por los cambios y al aislamiento que en ocasiones les sucede por el desempleo,
así como el decaimiento del valor adquisitivo, hay que resaltar que todos vamos
a llegar a esta etapa de la vida, que debemos aprender a convivir con nuestros
adultos y que en algún momento necesitaremos de ellos.
Otro punto relevante y menudo es
el tema de la jubilación, es un fenómeno en fases. La edad tiene efectos tanto
positivos como negativos, en el desempeño en el trabajo, pero las diferencias
individuales son más significativas que las diferencias de edad. Los ancianos
tienden a estar más satisfechos y comprometidos con su trabajo que los jóvenes
aunque la situación financiera de los ancianos ha mejorado, una proporción
importante tiene probabilidades de vivir en la pobreza en cierto punto. Para
muchos adultos de edad madura actuales, el financiamiento para la jubilación es
un asunto delicado. La jubilación es un proceso en marcha y su impacto
emocional debe ser evaluado en cada contexto. Los recursos personales
económicos y sociales así como el tiempo que la persona ha estado jubilado,
también afectan lo social. Los patrones comunes después de la jubilación
incluyen un estilo de vida centrado en la familia, la inversión equilibrada y
el espaciamiento serio.
Uno de los
principios bioéticos más modernos es el de la autonomía. Supone el derecho a
que se respete la voluntad y la capacidad de decisión de las personas en las
cuestiones que se refieren a ellas mismas. Como familiares, hemos de ponernos
por un momento en la piel de nuestros ancianos. No sólo pierden habilidades, se
sienten cada vez más inútiles y una carga para los demás, sino que en ocasiones
también pierden su capacidad para elegir, incluso en las pequeñas cosas.
La vejez es una de
las victorias de la humanidad, dado que hasta hace relativamente poco las
personas moríamos mucho más jóvenes, pero sin duda suscita nuevos desafíos. El
alzheimer, así como otras dolencias que conforman un importante deterioro
cognitivo, causa un sufrimiento muy intenso. El enfermo tiene que enfrentarse a
la pérdida progresiva de sus facultades, y la familia ha de aprender a convivir
con alguien diferente del que conocía hasta entonces.
En estas situaciones también es preciso realizar un proceso de duelo, que no es
otra cosa que reconocer lo que se ha perdido para adaptarse poco a poco a la
nueva realidad. Un aspecto esencial es que es preciso cuidarse para poder
cuidar. Ante una tarea que demanda tanta energía y dedicación, así como lidiar
con emociones cambiantes, se corre el riesgo de sufrir un importante desgaste
físico y emocional. El mejor remedio es tener en cuenta también las propias
necesidades y detectar cuándo se está sobrecargado en exceso.
Acompañar a un ser querido en la última etapa de su vida puede ser una
experiencia inefable, y ayuda a preparar el momento difícil de la despedida.
Nos recuerda, además, que en el día de mañana es posible que nosotros nos
encontremos viviendo una situación similar. Ofreciendo un trato digno a
nuestros mayores estamos honrando también nuestro pasado, y nos enseña a
aceptar el aspecto cíclico y cambiante de la existencia.
Cualquier cuidador
ha de verse a sí mismo como un recurso sumamente importante para la persona
necesitada. Pero debe tener presente que sólo es útil en la medida en que esté
en buenas condiciones. Reconocer, por tanto, su necesidad de descanso, de poder
desconectar o tener un tiempo para sí mismo resulta vital para mantener una
buena disposición a la hora de ayudar. La calidad de la atención es tan
importante o más que la cantidad de tiempo dedicado.
DIANA CAROLINA GRIMALDO
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